La contaminación por ozono en la atmósfera va en aumento y en el año 2100 ya causará daños en la biodiversidad mundial, especialmente en la cuenca del Mediterráneo, el sur de Asia y África ecuatorial, según un estudio en el que ha participado el ecólogo español del Centro de Investigación Forestal y Aplicaciones Ecológicas (CREAF) Josep Peñuelas.
El trabajo, que publica la revista ‘Science Advanced’, alerta de que el ozono disminuye el valor nutricional de las hojas y altera los mensajes químicos de los seres vivos, por lo que su aumento provoca un efecto en cascada que acaba modificando las poblaciones de insectos y microorganismos del suelo.
El ozono (O3), que es un gas muy oxidante y en altas concentraciones afecta la salud de los seres vivos, está aumentando en la atmósfera, lo que supone una amenaza porque altera la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas terrestres y la biodiversidad de plantas, insectos y microorganismos.
El estudio presenta unos resultados inéditos que concluyen que en 2100 las zonas del mundo con más endemismos, como la cuenca mediterránea, las islas del Atlántico del hemisferio norte, Etiopía, África ecuatorial, la costa de la India, el Himalaya, el sur de Asia y Japón, serán las zonas que más sufrirán los efectos de este contaminante oxidante en su biodiversidad.
En el estudio, liderado por Evgenios Agathokleous, profesor de la Nanjing University of Information Science & Technology (NUIST), han participado una veintena de investigadores de todo el mundo, entre ellos el español Peñuelas, profesor del CSIC en el CREAF, premio Rey Jaume I en 2015 y premio Ramon Margalef de Ecología de 2016.
Los investigadores han hecho una revisión de los artículos más relevantes sobre este gas invisible y los han complementado con experimentos reales, sometiendo organismos vivos a diferentes concentraciones de ozono.
Los resultados han demostrado que cada planta tiene una tolerancia diferente a este gas y que cuando una zona se expone a altas concentraciones de ozono la composición de las plantas cambia porque algunas se debilitan y son desplazadas, unas mueren y otras resisten y se vuelven predominantes.
El estudio demuestra que las plantas en general sufren cambios en la química de sus hojas, en los compuestos olorosos que segregan, en su crecimiento y vigorosidad y en su valor nutricional, entre otros.
Estos cambios, según los investigadores, provocan consecuencias en cascada para los insectos y la vida bajo tierra, que dependen de estas fragancias para comunicarse y que necesitan vegetación con una buena calidad nutricional para alimentarse o reproducirse.
«La química de la vida es tan imperceptible como relevante, y así nos lo demuestra un gas oxidante como el ozono, capaz de provocar cambios en la abundancia y diversidad de algunos insectos y plantas, alterar toda una comunidad y hacerlo sólo mediante reacciones químicas, de forma silenciosa e invisible», ha destacado Peñuelas.
El estudio demuestra que la contaminación por ozono no sólo cambia la composición de las plantas, sino que también modifica las comunidades de insectos porque hace variar la abundancia de ciertas especies y poner en riesgo su diversidad.
También ha comprobado que una concentración de ozono elevada empobrece las comunidades de microrganismos que viven bajo tierra, lo que perjudica el reciclaje de nutrientes, la retroalimentación entre el suelo y las plantas y los ciclos globales del carbono o del nitrógeno.
Hay dos tipos de ozono en función de su distancia en la atmósfera: el que forma la capa de ozono en la estratosfera que se genera de forma natural y es beneficioso porque absorbe la radiación ultravioleta y actúa como un filtro y el ozono troposférico, objeto de este estudio, que está en la baja atmósfera y está considerado como un contaminante secundario ya que se produce a partir de gases precursores como los óxidos de nitrógeno, producto de la quema de combustible, entre otros.