Para el Dr. Alberto Yanosky, especialista en conservación y sostenibilidad, a la deforestación lo llaman habilitación de tierra, para otorgar legalidad a la remoción del bosque para otro uso como parte del medio ambiente de Paraguay. Según los datos del investigador del PRONII-CONACYT, se pierden entre 200 y 250 mil hectáreas de bosques en el Chaco cada año.
En parte facilitada por la «habilitación de tierras» y con poco seguimiento y escasa acción del Gobierno central de aquellas habilitaciones que son legales y se las llama nacionalmente «deforestación».
Todavía continúan algunos focos de incendios en algunos departamentos del país. Las zonas quemadas no vuelven a encenderse ya que no hay material combustible para hacerlo. La crisis ambiental que enfrenta actualmente Paraguay -con la falta de recursos y las limitaciones legales- muestra la gravedad de la situación, según el experto.
El también columnista de Ciencia del Sur remarcó que no hay datos oficiales completos sobre la magnitud de la situación.
Yanosky es biólogo por la Universidad Nacional de Mar del Plata, tiene una maestría en metodología de la investigación científica por la Universidad Nacional de Entre Ríos y un doctorado en biología por la Universidad Nacional de Mar del Plata. Biólogo profesional del estado de Luisiana de los Estados Unidos, está categorizado en el nivel III del Programa Nacional de Incentivo a los Investigadores (PRONII) del CONACYT.
Tiene decenas de publicaciones científicas. Además es presidente del Comité Regional de las Américas para BirdLife International y editor de la revista de investigación Paraquaria Natural, además de Gestor de Desarrollo Sostenible para el Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo. Recientemente, fue seleccionado para copresidir -junto a Naomi Kingston de la ONU Ambiente- el comité de KBA (Áreas Clave para la Biodiversidad) a nivel global.
Sus líneas de investigación tienen que ver con conservación de la biodiversidad, biología de la conservación y desarrollo sostenible, entre otras.
-¿Por qué estamos ante una crisis ambiental en Paraguay?
Sí, hay una crisis ambiental por la falta de una legislación aplicada eficientemente. Tenemos un marco legal ambiental importante, solo que no se aplica o se aplica a los que realmente no promueven los delitos ambientales y solo se castiga a veces, a quienes operan en el campo, muchas veces sin el conocimiento.
Es decir los autores «intelectuales» no sufren el castigo. Hay un pequeño cambio, que tiene que ver con la juventud y la población más consciente de porqué un ambiente saludable nos conviene a todos. Pero es muy lento ese proceso y requiere mayor acción de los jóvenes.
El deterioro de los recursos naturales o no tiene solución o requiere mucho dinero concretar la restauración. No soy un gran «fan» de las compensaciones, ya que jamás restauremos realmente el daño realizado. Estamos en una pérdida importante de recursos forestales, independientemente de lo que digan los diferentes sectores.
Hemos perdido más del 80 % de las 9 millones de hectáreas de bosques de la Región Oriental y eso se fue para siempre, no sabremos nunca qué perdimos, ni tampoco sabremos cómo era para poder restaurarlo.
Tenemos algunos males endémicos en Paraguay. Por ejemplo, a tumbar el bosque o desmontar no se lo llama deforestación, en Paraguay se lo llama habilitación de tierra. Es un tema bastante serio. Los sectores productivos -y otros afines- afirman que no hay deforestación, cuando estamos perdiendo entre 200 y 250 mil hectáreas de bosque, específicamente bosque chaqueño, al año.
Solo llaman deforestación a aquellas actividades ilegales en la Región Oriental, donde está prohibido el cambio de la matriz bosque a otra, como para pasturas o cultivos. Aun así, hablamos de 30 a 40 mil hectáreas de bosques perdidos en esta región.
Eso te habla de la incapacidad que tenemos para controlar, por ejemplo, la deforestación. Si estamos de acuerdo que necesitamos tumbar el bosque para actividades productivas y esa es la decisión a pesar de todas las posibles consecuencias, pues aceptemos «deforestación» como tal.
Los incendios recientes mostraron la incapacidad. No hay recursos, en la mayor parte todo lo que tiene que ver con el combate al fuego -tanto en pastizales como forestales- fue voluntario. De gente que voluntariamente lo hace y no tiene los recursos mínimos para poder operar. Y lo vemos cada vez más en las calles, todos los bomberos y voluntarios que ayudan para recaudar dinero que el Estado debería asegurar.
Estamos en una crisis ambiental y nadie parece darse cuenta del efecto que tienen el humo y el hollín en el ambiente y en la salud humana. Estamos en una crisis y vemos los diferentes eventos de contaminación de recursos hídricos y con poca acción del Estado.
Tenemos un marco legal de evaluación de impacto ambiental que sirve únicamente para crear más corrupción y falta de transparencia. Y si sirve, sirve solo para obtener una licencia ambiental que nadie después controla. Solo cuando pasan estos hechos, como ahora, se preocupan. Sino, la licencia es un mero trámite para seguir operando, y también para generar «tráfico de influencias» y coimas para acelerar procesos.
E incluso las multas o las penas que se dan por los delitos ambientales muy evidentes son costos relativamente bajos. La gente deforesta porque paga la multa, sin responsabilizarse por la degradación ambiental.
Tenemos una ley que habla de que el pasivo ambiental debe ser recompensado. Para eso tenemos un sistema de compras de servicios ambientales, la Ley 3001/06 que ayuda a compensar el daño causado, pero eso es letra muerta. El Ministerio de Hacienda no acepta esto. Hay un pasivo ambiental gigante, en la Región Oriental, que nadie compensa.
El más vulnerable o con menos capacidad económica no cumple la ley porque las grandes empresas o establecimientos tampoco lo hacen.
Seguimos reaccionando también a una prensa internacional que toma los casos de Paraguay, sea por el carbón o la deforestación; es un concepto global. Tratamos de evaluar la huella ecológica de agua o carbono de lo que consumimos. No podemos ir para atrás.
En Paraguay estamos tratando de encerrarnos en nuestra legislación, obsoleta y que no se cumple. Y que en vez de mejorar, tratamos de defendernos mencionando lo de la habilitación de tierra y de la deforestación.
Siempre trato de hacer analogías. ¿Qué pasa si nos sacamos el 75 % de nuestros pulmones, vejigas o corazón y dejamos solo operando al 25 % restante? Estos órganos, ¿van a seguir funcionando como lo hacían o tendremos que hacer arreglos en el corto o largo plazos para restaurar esos pedazos que les sacamos? Esto pasa en Paraguay.
Cada vez que damos una licencia ambiental para desmontar el 75, 60 o 40 % de los bosques, nadie tiene un cálculo real de qué es lo que se está yendo ahí.
Cuando tumbo el 75 % de un bosque seco chaqueño y quemo solo utilizo los postes más importantes para hacer alambrados, y calcino el suelo, nadie calcula el daño a la microfauna. Luego tenemos hantavirus y otras enfermedades que se favorecen por estos desmontes.
One Health o Una salud (salud ambiental, salud animal y salud humana) es una sola cosa, no hablamos de tres cosas separadas. Debemos tener en cuenta esto.
-¿Cómo se puede lidiar con este desastre ecológico?
El desastre ecológico se puede intentar restaurar. Cuando lleguen las lluvias, muchas de las zonas afectadas por los incendios se van a restaurar. Las que sean pastizales se van a restaurar más rápido que los bosques. Por más rápido que parezca, un árbol puede tardar de 8 a 10 años en crecer.
La estructura de la comunidad vegetal ya no será la misma. Hacemos estimaciones de 30 a 40 años o más, pero nadie sabe exactamente porque no tenemos evidencia de cómo era una estructura vegetacional, y menos la diversidad funcional que contenía.
Estamos perdiendo recursos naturales. Cuando se incendian los bosques y los suelos se comienzan a calcinar, se volatilizan los nutrientes, que van a otra parte. Eso capaz no se vuelva a recuperar. Seguramente van a los ríos y cuerpos de agua, para luego ir al océano. Un ciclo muy complejo que todavía no lo terminamos de entender.
Los incendios causan degradación, se recuperan los pastizales, pero nadie sabe si los suelos se recuperan con la misma fertilidad y capacidad que tenían originalmente.
-¿Cómo se ve afectada la biodiversidad con los incendios y sequías actuales?
La pérdida de la biodiversidad es cuantiosa. Nadie tiene una estimación de cuánto se está perdiendo. Este tipo de incendios que se están dando son provocados. Lo que hacemos aquí es cambiar totalmente el ciclo de la naturaleza. No tenemos estimaciones de cuánto exactamente se está dañando.
Solo podemos ver la afectación al ganado doméstico para darnos cuenta de cómo también puede afectar a la vida silvestre.
Sequías e incendios son eventos que los conocemos históricamente y sabemos que se exacerban por lo que cada vez deberíamos estar más preparados. Con algunos colegas ya habíamos previsto estos sucesos, esto que está ocurriendo hoy, pero no nos preparamos. Ni mitigamos ni nos adaptamos.
-¿Están accesibles datos sobre la envergadura de los incendios y sequía? ¿Falta transparentar más esta emergencia?
Los datos que tenemos no son datos oficiales. Tenemos más extraoficiales, de organizaciones e institutos privados que se dedican a la conservación de la naturaleza. Con cada declaración que se hace o dictamen que se presenta, tratan de acusar a los ambientalistas de “exagerados”, pero la pérdida de fertilidad de los suelos o la falta de agua están hablando por sí solas.
Está todo interrelacionado en la naturaleza como en el cuerpo humano. Es un sistema que trata de crear mecanismos para compensar los cambios a los que debe enfrentarse. Eso no lo terminamos de entender.
Los que estudiamos biología, medicina o las ciencias de la vida sabemos que las células se juntan para crear órganos y estos para crear individuos, y estos a su vez un ecosistema y los ecosistemas se juntan para crear una biosfera. Debemos entender un concepto tan sencillo como este.
-¿Qué podría recomendar al Gobierno de Paraguay ante la actual crisis ambiental?
Darle mayor importancia al tema ambiental y social. No son dos cuestiones separadas, están juntas. No estamos atendiendo a los más vulnerables, no estamos preparados para atender inundaciones ni sequías, no tenemos los recursos financieros para hacerlo. No diría que no tenemos gente capacitada para hacerlo, tenemos un montón de “soldados”, muchos de ellos voluntarios.
Ese voluntariado -frente a la corrupción estatal- se ve desgastado y desestima cualquier incentivo. La gente se cansa.
Lo que falta son personas que puedan pensar un poco más allá y que tengan un compromiso más allá de lo que su asignación administrativa le otorga por cinco años en el poder. No piensan en el país o en políticas de Estado y no tenemos visiones a largo plazo.
Tonterías como haber pensado que necesitábamos habilitar 4 millones de hectáreas más en el Chaco, -como dijo un exviceministro de ganadería que luego fue ministro- da una idea de la ignorancia de ciertas personas que tienen poder. El título universitario evidentemente no es garantía.
O somos demasiado ignorantes o nuestros instructores y líderes no cumplen con su función. La sociedad castiga de alguna manera este tipo de actitudes. Son los jóvenes los que están más conscientes de la crisis ambiental que estamos pasando.