La reciente Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26) celebrada en Glasgow, Inglaterra, y la participación paraguaya en esa cumbre, obligan a algunas consideraciones de parte de la Red Rural. Sobre todo por la importancia de los compromisos asumidos por los países participantes y la incidencia sobre el cambio climático en todo el mundo y muy particularmente en Paraguay.

Los graves desequilibrios climáticos y la crisis energética tienen sus orígenes en el aumento acelerado y sistemático de las reforestaciones en casi todos los países del mundo. Nuestro país no es la excepción. Es más, en la región sudamericana Paraguay es uno de los países que más deforesta, ocupando el segundo lugar en el mundo, después de Brasil.

La cumbre del COP26 aprobó que desde el 2030 la deforestación será considerada un crimen de lesa humanidad en todos los países del mundo.

Las medidas que toman los países precavidos son la de detener la deforestación y aumentar la reforestación. También buscan que la gente se autoabastezca de energía ecológica, como la solar y eólica.

Inicialmente Paraguay y Venezuela fueron los únicos países sudamericanos que no firmaron el compromiso global para reducir las emisiones de metano en un 30 por ciento para el 2030, ni el compromiso global de parar la deforestación para el 2030.

En la citada Cumbre la delegación paraguaya defendió la deforestación, señalando que «la producción primaria (agricultura, ganadera y forestal) representa la base de la actividad socioeconómica del país» y que «se considera relevante proteger el modelo productivo local, a fin de salvaguardar la seguridad alimentaria’.

Hasta parecería «lógico» que la delegación paraguaya sostenga esa postura, puesto que asistieron a la cumbre representantes del gobierno, sectores empresariales y ningún representante de sectores de la agricultura familiar e indígenas, quienes si tienen conocimiento acabado de que los sistemas de producción agroecológica son esenciales como estrategias de mitigación y adaptación al cambio climático.

Además, la agricultura familiar campesina, la producción orgánica, indudablemente constituyen una solución a la pobreza rural, especialmente cuando se aplica con cadenas productivas y organización por cooperativas.

La misma Iglesia Católica también tiene posición asumida sobre el medio ambiente, a favor de la justicia ecológica, lo que obliga a los católicos a accionar en todos los ambientes por el cuidado de la Casa Común.

Ante estas consideraciones, es urgente la necesidad de parar la deforestación, controlar las fumigaciones con químicos nocivos que afectan a las personas, animales domésticos, cauces hídricos con nefastas consecuencias climáticas entre ellas aumento excesivo del calor y fríos extremos, entre otras.

La Madre Tierra es la que sufre las consecuencias de estos desmanes y abusos de sectores que apuntan al enriquecimiento con sus cultivos extensivos matando la naturaleza que es el medio de vida de campesinos e indígenas y la sobrevivencia de toda especie.

En ese sentido, la Red Rural exige que el gobierno y los sectores de producción a gran escala sinceren su posición y manifiesten un accionar coherente con lo que dicen, firman y hacen finalmente.

Red Rural

Noviembre 2021

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