Molsa es la primera cooperativa de alimentación BIO de Catalunya Molsa

JUDIT CASTAÑO

BARCELONA 11/11/2021 07:00Actualizado a 11/11/2021 11:37

El cambio climático es el mayor reto al que nos enfrentamos a nivel mundial. La Cumbre del Clima de la ONU (COP 26), celebrada en Glasgow (Escocia), ha evidenciado una vez más la falta de implicación por parte de las autoridades políticas para combatir el calentamiento global. Olas de calor, aumentos de temperatura, escasez de agua, malas cosechas, temporales cada vez más graves… Solo son algunas de las consecuencias a las que nos enfrentamos si no actuamos ya.

La urgencia de una crisis ambiental es incuestionable, y solo el ser humano puede revertir la situación, ¿cómo? Pues empezando por la alimentación. Aunque no vayamos a solucionar de golpe y porrazo el cambio climático, somos lo que comemos, y lo que comemos contribuye al calentamiento de nuestro planeta. Lo corrobora un estudio publicado en 2018 en la revista Science por científicos de la Universidad de Oxford, que apunta que al menos un 25% de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero corresponden al sector de la alimentación.

¿Por el simple hecho de comerme un trozo de carne o una pieza de fruta ya estoy contaminando? Claro que no. Nuestra alimentación contribuye en el calentamiento global de distintas formas, empezando por la destrucción masiva de bosques para cultivar alimentos para el ganado. 

Productos BIO, de temporada y km 0

Un estante de fruta y verdura ecológica en una de las tiendas de la cooperativa Molsa
Un estante de fruta y verdura ecológica en una de las tiendas de la cooperativa Molsa Cedida

La procedencia del producto es clave para reducir nuestra huella de carbono a través de la alimentación. Que el kiwi sea de Nueva Zelanda, los aguacates del Perú y los plátanos de Tanzania tiene un precio, y no solo económico, también ambiental.

Según otro artículo publicado en la revista Science, el transporte de alimentos es el responsable del 6% de los gases de efecto invernadero. En esta problemática, la alimentación kilómetro cero o de proximidad es una de las mejores alternativas. “El poder está en nuestras cestas de la compra”, comenta Marta Mariné, responsable de comunicación de la cooperativa Molsa y especialista en marketing sostenible. No es lo mismo comprar la fruta y la verdura de temporada en un establecimiento que garantiza que sus productos se han cultivado cerca de casa y de manera ecológica, que en el supermercado convencional. Precisamente, las tiendas Molsa solo venden fruta y verdura que hayan sido cultivadas a un radio inferior a 1000 kilómetros y lo hacen con la colaboración de la cooperativa catalana de agricultores y agricultoras bio Hortec.

Los alimentos BIO o ecológicos son aquellos que provienen de la agricultura o la ganadería ecológica. Se obtienen de una forma respetuosa con el medio ambiente, sin pesticidas ni aditivos artificiales ni fertilizantes químicos. La alimentación bio no solo es la más saludable, también es de las más sostenibles, ya que se cultiva a través de medios de producción artesanales y naturales.

Muchos productos aparentan BIO y ecológicos, pero no todos cumplen los requisitos necesarios para llevar dicha etiqueta. En este sentido, si se quiere seguir una dieta con bajo impacto ambiental, es importante que los alimentos que se adquieren en las tiendas de confianza o en los supermercados tengan certificado ecológico. Solo este distintivo asegura que los productos proceden de sistemas de producción ecológicos. Las tiendas Molsa no solo venden productos ecológicos certificados, también asesoran a sus clientes sobre el tipo de alimentos que están comprando.Lee también

Estos son los beneficios de la alimentación ecológica y BIO

JUDIT CASTAÑO

El estante de la fruta y la verdura de una tienda Molsa

«En general, vemos que las grandes superficies se están subiendo al carro de los productos bio. Hacen campañas de greenwash -que consisten en mostrar a la audiencia que son respetuosos con el medio ambiente -, pero dicen verdades a medias. En cambio, en el pequeño comercio ecológico, el valor del bien común suele formar parte de su ADN. Nuestra motivación no es especulativa, y eso el consumidor tiene que valorarlo”, comenta Marta.

El desperdicio de alimentos y el cambio climático

Uno de los factores más preocupantes a día de hoy es el modelo productivo, basado en la sobreproducción de alimentos. La consecuencia más directa de este sistema es el desperdicio alimentario. La ONU calcula que 1.300 millones de toneladas anuales de alimentos —un tercio de la producción mundial— terminan en la basura antes incluso de llegar al plato.

El despilfarro alimentario también contribuye al cambio climático. Sin embargo, existen varias alternativas para luchar contra esta lacra. “Muchas frutas y verduras acaban en la basura porque son poco atractivas (tienen formas extrañas, son demasiado grandes o demasiado pequeñas) y los agricultores no pueden venderlas. A través de Molsa Online ofrecemos las cajas de frutas y verduras “Aprofita’m” para luchar contra el desperdicio alimentario y dar salida a los alimentos que se están a punto de echar a perder”, comenta Marta.

Otra de las iniciativas más populares es la aplicación Too Good To Go, una herramienta que permite que establecimientos como supermercados, restaurantes, panaderías, tiendas de comida preparada o fruterías puedan reducir su exceso de comida diaria vendiéndola a un precio más reducido a través de la app.

Menos carne y ecológica

La carne es uno de los alimentos que más se ha cuestionado en los últimos meses. Lo cierto que es según los expertos, consumir carne y productos derivados de los animales contribuye al calentamiento del planeta. ¿Eso significa que para llevar una dieta con bajo impacto ambiental tienes que dejar de consumir carne? Para algunas personas dejar de comer carne es la solución, para el resto lo recomendable es reducir su consumo y asegurarse que es de proximidad y ecológica.Lee también

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JUDIT CASTAÑO

Una clienta en una tienda de la cooperativa Molsa de Barcelona

“El ganado ocupa espacio, come, genera estiércol y orina. Para alimentar al ganado es necesario cultivar y toda la superficie dedicada al cultivo son menos árboles y menos biodiversidad. Por eso, desde Molsa recomendamos comer menos carne y que esta sea siempre ecológica. “La ganadería ecológica tiene un impacto ambiental menor que la convencional, ya que la comida que come el ganado está libre de pesticidas y los recursos se gestionan de forma sostenible”, señala Mariné que apuesta personalmente por una dieta libre de carne y productos animales.

¿Qué debe contener una dieta con bajo impacto ambiental?

Seguir una alimentación ecológica es un pilar fundamental en una dieta de bajo impacto ambiental. “BIO significa menos CO2, menos erosión, más abejas y menos agua contaminada”, comenta Marta. Molsa hacen una selección de lo que no puede faltar en tu nevera:

¿Qué debe contener una dieta para que sea ‘ecofriendly’?

1Frutas y verduras BIO

2Tubérculos BIO (patatas, boniatos, etc)

3Frutos secos BIO (almendras, nueces, etc)

4Semillas BIO (lino, sésamo, etc)

5Cereales BIO (arroz, quinoa, trigo, amaranto, avena, etc)

6Legumbres BIO (garbanzos, lentejas, judías, etc)

7Proteína vegetal procesada BIO (tofu, seitán, tempeh)

8Bebidas y yogures vegetales BIO (de soja, almendra, coco, avena, etc)

9Huevos BIO (opcional). “Los huevos tienen un impacto a nivel de CO2 mucho menor que la carne o los productos lácteos, por lo que si son ecológicos, de gallinas en libertad y de proximidad pueden formar parte de una dieta de bajo impacto ambiental”, dice Marta.

No podemos cambiar nuestra dieta de golpe. Pero sí podemos hacer pequeños gestos que pueden marcar la diferencia, como empezar a consumir  productos ecológicos o interesarnos un poco más por el origen y el envase de los alimentos que consumimos.

Fuente: https://www.lavanguardia.com/local/catalunya/20211111/7852331/alimentacion-ecologica-proximidad-mejor-antidoto-crisis-climatica-brl.html?fbclid=IwAR1iMfAz1si5LS-z2SviFrkwSTxuD4hG4njKK-aqOJLN8qwvOeg0wt7jvCU

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