Un estudio reciente publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Universidad de Oxford detalla que alrededor de 1,100 millones de personas en el mundo viven en condiciones de pobreza extrema, de las cuales el 40% se encuentran en países en conflicto. Este análisis, parte del Índice de Pobreza Multidimensional (IPM), señala que en los países afectados por conflictos violentos la falta de servicios básicos es notable, con aproximadamente una de cada cuatro personas sin acceso a electricidad, a diferencia de regiones estables donde esa cifra es solo una de cada veinte.
El informe también subraya cómo los conflictos perpetúan el ciclo de pobreza, dejando a muchas personas sin acceso a agua potable, alimentos nutritivos, educación y saneamiento adecuado, lo que agrava la mortalidad infantil y la desnutrición. La pobreza en estos contextos afecta especialmente a mujeres y niños, quienes representan una gran proporción de la población empobrecida en áreas de conflicto. Por ejemplo, en Afganistán, la situación se ha deteriorado profundamente, sumando 5.3 millones de personas más a la pobreza desde 2015.
Achim Steiner, Administrador del PNUD, enfatiza que la reducción de la pobreza en estos entornos conflictivos requiere acciones específicas, recursos y desarrollo especializado, instando a los gobiernos a priorizar inversiones que generen trabajo digno, educación y protección social, factores clave para romper el ciclo de pobreza. En un contexto de crecientes desigualdades, el IPM invita a adoptar estrategias y políticas que pongan a las personas en el centro del desarrollo y aseguren el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Por su parte, António Guterres, Secretario General de la ONU, afirmó en el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza que la pobreza global no es inevitable, sino resultado de decisiones políticas. En este sentido, urge la implementación del nuevo Pacto para el Futuro, que busca incentivar un cambio en la arquitectura financiera global, favoreciendo el desarrollo inclusivo, la paz y la sostenibilidad. El estudio concluye que la paz es esencial para la seguridad alimentaria y la reducción de la pobreza, y resalta que un esfuerzo conjunto a nivel mundial es clave para crear una sociedad más equitativa.