En la localidad de Obligado, Itapúa, las piñas cultivadas por Armin Purmann se han convertido en un verdadero orgullo local. Este productor, con décadas de experiencia y dedicación, ha perfeccionado las técnicas necesarias para ofrecer frutas grandes, frescas y, sobre todo, irresistiblemente dulces.

Su finca, situada en una pintoresca zona cerca del río Paraná, es sinónimo de calidad y cuidado. Cada día, al amanecer, don Armin comienza su labor en los cultivos, atendiendo con esmero cada detalle del proceso de producción. Según explica, desde la siembra de la primera planta hasta la cosecha de las frutas, transcurren aproximadamente 24 meses de trabajo constante.

“En este tiempo nos enfocamos en mantener la parcela limpia, aplicar abonos naturales y cuidar cada planta con mucho cariño. No hay secretos, solo dedicación, conocimientos técnicos y amor por lo que hacemos”, comenta Purmann, quien además cultiva sandías, melones y otras hortalizas en su finca.

El legado de esta pasión también se refleja en su hijo Ever, ingeniero agrónomo, quien basó su tesis universitaria en la producción de piñas. Ever destaca el uso de potasio como un elemento clave para lograr frutas más dulces y uniformes.

El sistema de producción de la familia Purmann es respetuoso con el ciclo natural de las frutas, permitiendo que maduren completamente en la planta. “Dejamos que la piña adquiera su característico color amarillo antes de cosecharla. Así garantizamos que llegue fresca y en su punto óptimo de dulzura a los consumidores”, explica don Armin.

Gracias a este enfoque meticuloso y artesanal, las piñas de Obligado no solo se posicionan como las más dulces de Itapúa, sino que también representan un modelo de éxito y sostenibilidad en la agricultura familiar. Un verdadero ejemplo de cómo la pasión y el esfuerzo transforman un cultivo en un símbolo de orgullo regional.